Las protagonistas de esta película son la 172 y la 330. Mientras una, la segunda, no me ha dado más que satisfacciones, con las excepciones que legitiman a toda regla, la primera ha sido fuente de todo lo contrario. Lo que no sabría decir es cuál es Newman y cuál Redford. La historia es que recientemente los papeles se han invertido.
Hace un par de domingos, aprovechando que estaba por aquí mi sobrino, llamé a Nacho247 (cuyo blog recomiendo para el que quiera aprender mecánica montesista: http://nacho247.blogspot.com/) que era el custodio de la 330 desde mayo (y sin una queja, el bendito) para quedar a montar y de paso liberarle un poco de espacio en el garaje, que ya tocaba. Pues la muy hija de Bultó decidió que no daba chispa y eso para un enganchado a la Coca Cola como yo es algo intolerable. El cabreo que me llevé con la moto fue considerable y de mi boca salieron ofertas de venta al por mayor de hierros. El mosqueo no era tanto por no haber podido montar ya que, para bien o para mal, es algo que está pasando a ser totalmente prescindible sino por ser la tercera vez que me llevo al bueno de Álvaro y se queda sin montar porque la moto se negaba a arrancar (antes la que le dejaba colgado era la 172). En cambio la BSA, de 1963, y sin tocarse desde diciembre, arrancó a la segunda patada. Toma Imperio decadente. Me llevé la 330 a casa a pesar de la insistencia de Nacho247 para que se la volviera a llevar. Me negué porque él no tenía ninguna culpa, al contrario.
Pero pocos días después, el bueno de Nacho me llama para decirme que de su casa no podía salir ninguna moto que no estuviera en perfecto estado de revista y casi me exigía que la devolviera a corrales para arreglar esos platinos o lo que fuera que pasase. Al final accedí a dársela con la excusa de volver a montar, esta vez sí.
Casualmente, y de ahí lo del destino, hace tres días contacté con un amigo al que no veía desde 1982 ya que se fue a vivir a Venezuela. Un tipo magnífico que ha vuelto a España huyendo de Chávez y su paraíso bolivariano. Recuerdo su 348 y cómo era capaz de hacerse una interminable recta en caballito sentado y en sexta, a una velocidad considerable. El caso, que siempre me acabo enrollando, es que le digo que se venga y por eso llevo la 172, avisándole de que no sabía si iba a funcionar más de cinco minutos.
Lo de este hombre es de juzgado de guardia. Veintinueve años sin llevar una moto de campo, ya no digo de trial, y el muy (póngase lo que se quiera) va y la maneja como si no se hubiera bajado de ella en las últimas tres décadas. Qué caballitos, cómo gira y qué poca vergüenza humillándome en público haciendo las mismas zonas que yo, pero mejor. Si es que el que nace lechón se muere cochino.
La preciosa 172 funcionó a la perfección, al menos en lo que a la electricidad se refiere, que era de lo que adolecía hasta ayer. Sí bien es cierto que se aceleraba algo, probablemente porque le entra aire por la tobera de admisión, según Nacho. A ver si va a ser eso lo que le pasa y no tiene que ver con la electricidad.
Para terminar y como no hay dos sin tres, hay una tercera Cota que me tiene frito porque no hay forma de saber qué le pasa. La preciosa y, por ahora, puñetera 247 Tambores Grandes (tambores de guerra, si sigue en ese plan). Hoy he hablado con el mecánico y res de res de momento. Veremos en septiembre, igual resurge cual 172, de la que pongo un vídeo de lo que hacía ayer sin un mal gesto
Por cierto, por fín estrené el casco y los pantalones Montesa que unos generosos Reyes Magos me dejaron en casa este año, hace siete meses ya.
Mañana salgo para Levante así que hasta septiembre se cierra la botigueta, que dice mi suegra, valenciana ella.
Saludos y hasta pronto.
Mañana salgo para Levante así que hasta septiembre se cierra la botigueta, que dice mi suegra, valenciana ella.
Saludos y hasta pronto.