Sé que no es ortodoxo ni elegante evacuar un párrafo tan largo pero me ha salido del tirón...
Pepe llega puntual. No esperaba otra cosa de él, que la elegancia no se lleva sólo en el porte.
Llegamos a casa de Nacho quien también estaba ya en la puerta del garaje y sacamos las motos. Se escucha un petardeo característico, más ese día, y aparece el gran Eugeni. Un tío alto y con voz de locutor de radio a quien tengo en mucha estima a pesar de no haber compartido mucho tiempo con él.
Siempre que le veo viene a mi mente la imagen de la Impalada 2012, mi primera, cuando yo circulaba rodeado de hordas impaleras y algo sobrecogido dada mi poca pericia a lomos de la moto en asfalto (bueno, a lomos de la moto en general) y veo cómo me despegan las pegatinas del depósito y después casi lijar un bordillo en una curva que me produjo vértigo porque si llego a ser yo me hubiera estampado contra la primera pared. Luego descubrí que era él. Admiración desde entonces.
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A punto de salir. El más alto es Eugeni (Foto: Fernando) |
Partimos hacia la fábrica Montesa. Yo pensaba que íbamos a llegar muy justos de tiempo, porque en principio se salía a las nueve (eso había entendido aunque dada mi capacidad de entendimiento, sepa Dios la hora de salida)
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Llegamos pronto. Y yo que creía que íbamos justos de tiempo |
Pocas motos cuando llegamos. Sonreí pensando que somos así, que si es cierto que hay diferencias entre los peninsulares, la puntualidad, o su ausencia, no es una de ellas.
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Por aquí iban a pasar cienes de Impalas |
Ví una mesa preparada con termos de café y leche además de un montón de galletas varias que el MCI, volviendo a demostrar cómo se hacen bien las cosas, puso a nuestra disposición. Aproveché para desayunar, ya que no tuvimos oportunidad hasta ese momento porque estaba todo cerrado.
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De pie: Ramón, Julián, Charlie, Fernando, Nacho
Agachados: Pepe y servidor
Faltaba Eugeni, perdido entre la multitud |
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Pep en su papel de guía con un carenado añorado por alguno |
Un dron nos sobrevolaba captando imágenes como la de la cabecera de esta entrada. Se puede ser clásico pero también moderno a la vez. Que se lo digan a Julián.
Antes de partir, una carta muy emotiva de Manolo Maristany, "el quinto impalero" de la Operación Impala, como él mismo se llamaba, en la que hizo de reportero, publicando luego el magnífico libro "Operación Impala". En ella llamaba a la cordura y lo que entendía que debía ser una Impalada, una fiesta de la Impala, regida por las buenas maneras a la hora de rodar. Un enorme y sentido aplauso cerró su lectura.
Primero mandó una a Santi Ruiz avisando de que su final estaba muy cerca y de lo que iba a ser su última Impalada. Reproduzco lo que el Moto Club publicó en Facebook:
El último deseo de Manolo Maristany, Solicitado a Santi Ruiz y para todo el MCI
El viernes de madrugada supimos que nos había dejado Manolo Maristany. Hacía un mes contactó con el MCI para encargarnos lo que él llamaba "mi última impalada". "Ya he procurado que sea una carretera de curvas, ... iremos a Collserola". Mantuvo el humor fino hasta el final: "le he dicho a San Pedro que cuando oiga el petardeo de las Impalas os deje pasar y aparcar dentro gratis". Le dijimos: hombre Manolo quizas a ti te esperan pero si no te sabe mal nosotros nos quedaremos fuera. Hace tres años vino a la Impalada ayudando e hizo el recorrido sobre la furgo escoba, ¡cómo la disfrutó! Hoy le hemos dicho adiós como él quería y como nosotros sabemos hacer, con nuestra moto.
Nos deja un enorme excursionista que se va con los deberes hechos y la mochila bien llena. Hasta siempre Manolo!
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Manolo Maristany |
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Homenaje MCI |
Ya quisiera yo tener su paz y elegancia para irme como él
Total, que finalmente en ese aparente desorden de gente agrupada en corros como antiguamente en la Bolsa, charlando y riendo, se empieza a ordenar la caravana y salimos:
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El del casco blanco, quien ésto escribe. (Foto: Toni García) |
Al poco de salir, ya en Riells del Fai, en pleno ascenso, la moto tiene un ataque de Parkinson seguido de un baile de San Vito que hace que apriete los esfínteres, especialmente uno y consigo pararme en la tierra a modo de arcén. Miro las ruedas y la trasera estaba desinflada como un atlético en Milán (o en Lisboa, a elegir). Cojonudo, pienso, no sólo se ha terminado la Impalada sino que se la fastidio a los demás.
Detrás mío venían Fernando y Nacho (sí, detrás, pero porque ellos querían, no por conducción) y dejamos la moto en una zona más segura. Intento disimular la mala leche que me estaba entrando y reprimo las blasfemias que se me ocurrían. En ese estado no se suele pensar con claridad pero recuerdo que llevo un reparapinchazos, de esos que no funcionan más que una vez de cada cien y una cámara comprada para el viaje pero los desmontables estaban en el equipaje de Julián, que ya debía estar a varios kilómetros.
Fernando, bendito sea, dice: ¿No lleva Julián un manos libres en el casco? (de ahí lo de ser moderno además de clásico que escribí antes) y le llama.
Aparece el susodicho al cabo de unos minutos y, al verme manipular el bote de "Finilec" (yo lo sigo llamando así, como en los setenta) me suelta un "¡Ni se te ocurra!, mejor intentamos cambiar la cámara".
Se me pasó el cabreo y me relajo al ver que teníamos todo lo necesario para reparar el pinchazo, especialmente la mano de obra cualificada.
La rueda trasera de la Impala lleva un semieje que facilita enormemente el desmontaje:
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Fernando empezando a desmontar |
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Fernando, Julián y la llave especial para desmontar la rueda que lleva consigo que se ve en el suelo. |
Fernando es una máquina de combate cambiando cámaras. Si llego a tener que hacerlo yo, aún seguiría allí.
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Lo que decía, una máquina |
Me acordé del bueno de Maristany y ejercí de reportero. Poco más podía hacer.
La cubierta estaba en muy mal estado una vez sacada pero curiosamente parecía en perfecto estado puesta. Toca cambiar las dos en Madrid.
Unos minutos y varias manos negras después, rueda montada con cámara nueva.
Quedaba el problema del inflado. Menos mal que llevaba (de Julián) una bomba de CO2 y tres bombonas que le dieron la presión necesaria. Comprobamos luego y tenía 2 kg. Perfecto. Se volvió a cumplir una de las frases favoritas de Julián "Dios protege a los imbéciles".
Salimos hacia Viladrau con cierta prisa, pasando por Tona donde nos esperaban el resto del grupo (Pepe, Ramón y Charlie), con paciencia infinita y yo esperando que volviera a pincharse de nuevo o a reventar después de ver el lamentable estado de la cubierta pero no, la moto iba bien.
Llegamos tarde, justo cuando salían todos de la exposición
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Esto nos encontramos al llegar. Me quedé sin bocadillo de butifarra :-(
(Foto: Julián) |
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Esto es lo que habríamos encontrado de no pinchar el idiota que lo hizo
(Foto: Eugeni) |
En fin, que todo lo malo sea eso. Santi nos dice que pasemos a tomar algo rápido pero decidimos seguir el consejo de Pep y vamos al restaurante con todos los demás.
Llegamos sin más percances a Sant Vicenç de Montalt, precioso lugar con unas vistas como ésta:
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Si la vista del mar siempre es impresionante, para un madrileño, mucho más. |
Aspecto del salón
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Foto: Nacho |
Nuestra mesa. Sólo falta Julián que hacía la foto:
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Nacho, Fernando, Pepe, Charlie, Eugeni, Ramón y el de siempre |
Los Mosqueimpaleros de Barcelona, con el polo conmemorativo (Pepe está exento de llevarlo por razones de salud :-) )
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Impagables |
Fernando boicoteando sutilmente y Nacho y Pepe aceptando el saludo, como buenos montesistas que son.
Más detalles, como si llevaran pocos los del MCI:
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Un chupete para fomentar el relevo generacional (Foto: Julián) |
Pepe, el más beneficiado (de momento) porque tiene a quién enchufárselo
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El orgulloso abuelo haciendo acopio de chupetes. Foto: Julián |
El salvamantel que resulta tener una utilidad más, por si no lo sabíais:
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Paño de alta calidad para secar la Impala. Obra de Jordi Rojas.. (Foto: Facebook MCI) |
Como nos teníamos que ir antes de terminar, busqué a mi "primo" Jaume para charlar aunque fueran cinco minutos porque apenas le había visto (y para sablearle un cigarro). Una delicia, como siempre, hablar con él.
Cuando recogíamos los bultos, estaban mencionando nuestros nombres reconociendo el viaje para estar allí.
Agradezco los aplausos como si fueran merecidos.
En fin, que con todo el dolor de corazón, no vamos hacia Alcañiz con prisa para intentar llegar antes de que oscureciera. Tramo largo de autovía y enlace con la N420 y nos plantamos en destino con luz solar.
Cena y la cama que al día siguiente esperaba otro tramo largo, unos 400 km. más y además con tiempo algo justo por obligaciones familiares.
DOMINGO - 12 de junio
El despertar es agridulce cuando tienes por delante una tirada larga con una Impala pero que, al tiempo, significa el final de un viaje magnífico.
En el desayuno charlamos con dos paisanos, especialmente uno, que resultó ser piloto de cross con una VR, además de demostrarnos conocimientos impaleros de la época. Muy simpáticos. Me imagino así si llego a esa edad, cosa complicada, por otra parte.
Nos paró la Guardia Civil para soplar y la sensación de placer por tener todo en regla y nada de alcohol en el cuerpo hizo que les sonriera como retándoles a que me pusieran una multa. Pero no, además de la educación habitual de los agentes, fueron especialmente simpáticos al ver a dos bípedos implumes con esas motos y todo ese equipaje sobre ella. El resultado del test fue el de cualquier partido de la liga italiana. Empate a cero. Oí a alguien detrás de mí decir: "como no salga 0,0 me corto un huevo", al tiempo que mascullaba: "este toma cerveza". Unas risas, deseos de buen viaje por parte de los G.C. y a la carretera de nuevo, ya con ganas de llegar lo que motivó un amago de "simpa" en un bar sin mayores consecuencias. Prometo que fue sin querer.
Esas ganas se reflejaron en el hecho de que para comer, elegimos unas sillas de plástico que había en una gasolinera donde repostamos, un par de botes de Snack Sano y algo de beber.
Poco más que contar salvo que en a Plaza de Cuzco nos separamos con ganas de repetir.
Unos pocos datos:
Kilómetros hechos: 1.508 (según mi cuentakilómetros)
Consumo medio: 4,45 la cántabra - 4,55 la cordobesa (algún pequeño error habrá pero la cifra es muy aproximada).
En el apartado de agradecimientos, el primero para Julián que, además de excelente compañero, ha hecho posible un año más este viaje catártico.
A los Mosqueimpaleros de los que sólo puedo decir que son molt bona gent y que me honro en contar entre mis amics. Incluyo a Eugeni, por si acaso no se reconoce entre los mosqueimpaleros.
Al MCI, por supuesto, por darse la paliza que se dan para nuestro disfrute. Pep, Jaume, Santi, Carles, Enric y un largo etcétera.
Utilizo una imagen suya:
Para finalizar, un
vídeo resumen del MCI