domingo, 14 de febrero de 2010

El Japón de los ochenta (5ª burbuja)

INTRODUCCIÓN

La sociedad japonesa tiene una estructura y unos valores distintos a los occidentales. Para ellos, el racionalismo es antagónico a su "wa" o armonía social.

La jerarquía es allí muy importante, directamente derivada de una sociedad feudal. Por ello, la vinculación de un trabajador con su empresa va más allá de la mera nómina.

Otra diferencia es que para ellos, los mercados financieros no tienen como fin último el enriquecimiento personal sino el desarrollo industrial y del país en general. Son lo opuesto al cortoplacismo. Imagino a las madres diciéndoles a los bebés japoneses "especulación caca", como los progres aquí. Bendita especulación, el mundo se detendría sin ella. De hecho, es una parte importante del por qué de lo ocurrido allí.

DESARROLLO

Principios de los ochenta. El milagro japonés.

Japón apareció como actor protagonista de golpe, sin ser esperado. Su dominio de las nuevas tecnologías y de la banca le colocarón con un peso del 10% en la riqueza mundial. Por el otro lado, EE.UU. acumulaba déficits comerciales enormes mientras que los japos disfrutaban de un maravilloso superávit.

Los norteamericanos veían un nuevo Pearl Harbour en forma de fajos de billetes de dólar en manos de japoneses (lo de ahora con los musulmanes comprando las empresas occidentales y no acabamos de darnos cuenta).

Se dice que cuando la Mitsui Corp. compró el Exxon Building por un precio récord de 610 millones de dólares, había pagado un sobreprecio por el hecho de figurar en el libro Guiness (no sé qué grado de verosimilitud concederle a ésto, pero me viene bien para el relato).

Un objetivo claro era, entre otros, conseguir símbolos del capitalismo americano como el Rockefeller Center, la Columbia Pictures, ...

Además de lo anterior, se convirtieron en compulsivos compradores de bonos del Tesoro americano (hoy es China quien posee la mayor parte de la deuda de EE.UU., algo estable, que se dice).

Tras el abandono del cambio fijo en Bretton Woods en 1971, Japón hizo lo que fuera menester para mantener al yen artificialmente infravalorado y así poder vender más. En 1984 se les permitió a los bancos extranjeros operar cn bonos japoneses y luego se abrieron a los futuros financieros.

Pero, como en todas las burbujas, las cosas se fueron complicando y el vaso se fue llenando. Surgieron unos fondos muy particulares, los fondos tokkin.

Los tokkin eran depositarios de acciones que pagaban un interés mínimo garantizado y no ganancias de capital. Una cosa rara que aquí no se ha visto nunca. Esto era cuasi-legal, o cuasi-ilegal sensu contrario pero el Ministerio de Finanzas hacía la vista gorda. Y gorda era la que se estaba liando, en 1985 había 300.000 millones de dólares en estos fondos.

Otro producto novedoso fue el bono warrant, que combinaba un bono con un derivado (habían nacido las minas antipersonas del mundo financiero) que permitía comprar acciones. Como en la burbuja de la Compañía de los Mares del sur, todos tenían interés en que el mercado subiera. El dinero captado con estas emisiones se colocaba en fondos tokkin al 8% garantizado y ya estaba hecho el año. Nadie perdía.

Por todo ésto, la bolsa subió con fuerza pero había un activo que se estaba inflando más aún, el suelo.

Japón es pequeño, montañoso y por ello, con poca capacidad de construcción además de superpoblado. Además, para evitar que los precios inmobiliarios subieran, cada transacción especulativa a corto plazo estaba gravada con un impuesto del 150% .

Como es habitual, toda intervención en un mercado genera segundas derivadas que suelen ser más perversas que el mal que pretendían combatir inicialmente, cosa que no les entra en la cabeza a los socialistas de todos los partidos, que diría Hayek.

Se creó un mercado tan ilíquido y escaso que los inmuebles multiplicaron sus precios por ¡¡5.000!! entre 1956 y 1986 mientras que el IPC sólo se dobló en ese período.

De nuevo, la burbuja se alimentaba de la creencia, absurda por lo recurrente, de que el valor nunca caería y los bancos, que algo de ésto deberían saber, concedían préstamos con estas propiedades como garantía.

Las hipotecas llegaban, por lo astronómico de los precios, hasta los 100 años, es decir, para varias generaciones.

En 1990 el valor del mercado inmobiliario japonés era cuatro veces el de EE.UU.

El Palacio Real en Tokio estaba ubicado en un terreno cuyo valor equivalía al de todas las propiedades de California o de todo un país como Canadá.

El principio del fin ocurrió cuando en 1985 se acordó, por parte de las principales potencias, una actuación conjunta para bajar el precio del dólar y subir, sobre todo, el del yen. El acuerdo se conoció como el del Plaza porque se realizó en el Hotel Plaza de Nueva York.

Todo cambió ya que los productos japoneses pasaron a costar casi el doble en el extranjero aunque se hubiera duplicado el poder adquisitivo de los nipones fuera de su país (recuerdo la imagen de autobuses de japos parando en la calle Serrano para vaciar las estanterías de Loewe, como comenté en una burbuja anterior).

Para alentar la economía, el gobierno bajó los tipos al 3% y el Nikkey subió hasta los 18.000 puntos. El octubre de 1986 se anunció la salida a Bolsa de la telefónica pública NTT y a los dos meses diez millones de japoneses habían acudido a la OPV aún sin conocer el precio de colocación. Pocas semanas después de la salida, la capitalización bursátil de NTT era mayor que el valor de las bolsas de Alemania y Hong Kong juntas.

Otro rasgo común a toda burbuja es la manipulación de los títulos y la corrupción política. La figura del "yakuza" se hizo popular e iban de la mano de los políticos. ¿Cómo intervenían en los precios?, pues cruzando operaciones entre los cuatro grandes bancos del país y así decidir qué acciones comprar y a qué cliente preferencial asignárselas.

Es célebre el terror a la Bolsa que tenía Al Capone porque consideraba que era una forma de crimen organizado.

Se veía normal por parte de los inversores, "sabiamente" aconsejados por sus asesores, invertir en empresas que cotizaban con un PER de más de 400, como la Japan Air Lines (por cierto, declarada en quiebra hace unos pocos días). Recordar que una de las definiciones de PER es el número de años en recuperar el precio pagado por la acción con los beneficios generados por la empresa.

La locura, el efecto riqueza que creaban las inversiones en Bolsa lanzó a la gente a consumir como locos. Un broker inglés dijo que los japoneses no serían conscientes de los sobrevalorado de su mercado mientras siguieran pagando 300 dólaros por un whisky con agua en los clubes nocturnos del exclusivo barrio de Ginza.

El golf se convirtió en un signo de estatus y era donde los shinjinrui, o nuevos ricos, exhibían su ego y lo encantados que estaban de haberse conocido. Por ejemplo, una inscripción en el elitista Koganey Country Club costaba 2,7 millones de dólares y había más de veinte clubes con un coste superior al millón de dólares.

DESENLACE

A finales de 1989 el Nikkey estaba en los 40.000 puntos, el PER medio por encima de 80 y la rentabilidad media por dividendo en el 0,38%. El gigante Nomura pronosticaba un nivel de 80.000 en 1995 (si ésto no es de cárcel, no sé qué lo puede ser y ha pasado en todas las burbujas). El viernes pasado, 12 de febrero de 2010, cerró en el nivel de 10.092,19 (como diría el chapulín colorado, "¿cómo te quedó el ojo?").

Para variar, se pretendió dehinchar la burbuja sin que explote a base de subir los tipos hasta el 6% y los bonos ofrecían una rentabilidad del 7% a corto plazo (recuerde el lector la rentabilidad por dividendo mencionada antes). La Bolsa se quedó sin soportes.

En agosto de 1992 el Nikkey estaba en los 14.200, los activos garantizados por las acciones perdieron cobertura, los bancos tenían que hacer frente a millones de impagos de préstamos garantizados con valores e inmuebles.

La vivienda en Tokyo cayó un 60% (poco me parece).

La banca se colapsó, quebraban unos cuantos todas las semanas. Se bajaron tipos hasta el 0,25% en 1998.´

A día de hoy, aún no se han recuperado. Y aquí dicen que será cosa de una año o dos a lo sumo. Ya.

En este caso, no se me ocurre ninguna consecuencia positiva salvo, por decir alguna, el valor del ejemplo aunque, pensándolo bien, no sé de qué sirve si repetimos los mismo errores una y otra vez. De hecho, la siguiente burbuja, la de las célebres ".com" se solapó con esta última.

Fuente: "de los tulipanes a internet o cómo moverse en mercados inestables", editado por Self Trade-DAB.

martes, 9 de febrero de 2010

El crack de 1929 (4ª burbuja)

Toca hacer un viaje transatlántico y ubicarnos en EE.UU.

Nueva York, la ciudad que descubrió Giovanni da Verrazzano (Pepe, desde el puente homónimo sale la maratón todos los años) en 1524.

En 1614 se instalaron los europeos y en 1626, la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, compró la isla de Manhatan (dicen que por 24 dólares aunque hay serias dudas al respecto) y la llamó Nueva Amsterdam. El director de la compañía, Stuyvesant, hizo construir un muro al sur de la isla para protegerse de los indios y de los osos al tiempo que impedía escaparse a los toros y otros animales. Realmente profético, puesto que ese muro es hoy Wall Street y lo que se intenta es que los osos no entren en el mercado (bearish= bajista) y los toros no salgan (bullish= alcista).

Para redondear la introducción, sólo decir que en 1664, los ingleses conquistaron la ciudad y la rebautizaron con el nombre de Nueva York en honor al Duque de York, que no al jamón, como se me dijo cuando era pequeño.

Bueno, al grano.

Estados Unidos era, dada su juventud, una tierra donde la cuna importaba poco o nada y cada cual dependía de sí mismo, donde las oportunidades eran iguales para todos y como es natural, al no haber trabas artificiales la economía prosperó como la de ningún otro país. Escribo en pasado porque mucho me temo que ya no es así, aunque no hayan llegado al anquilosamiento europeo. Pero, "yes, they can". Una pena.

A finales de los alegres años veinte la gente creía firmemente que se había iniciado una era de prosperidad ilimitada. La historia se repite, una vez más.

La Reserva Federal se creó en 1913 con el objetivo de acabar con los temidos ciclos económicos mediante la inyección de liquidez a los bancos (suena familiar). Pero sin darle a la máquina de los billetes, claro.

Eran tiempos de libre comercio, baja inflación y una gestión más profesional de las empresas. Una jovencísima Harvard paría licenciados que conseguían enormes mejoras de productividad consiguiendo los niveles más bajos de inventarios jamás conocidos y así se evitaban los ciclos por la acumulación excesiva de stocks.

Estros incrementos de productividad fueron de más del 50% entre 1919 y 1927 y se atribuían, también, al I+D (y aquí nos hemos dado cuenta ahora, así nos va). Por ejemplo, la ATT empleaba a más de 4.000 científicos y había más de 10.000 solicitudes de patentes presentadas a finales de 1928.

El presidente Hoover anunció en 1928, en su discurso de candidatos, que el fin de la pobreza estaba cerca.

El consumo se financiaba con crédito. El 18% de la capitalición bursátil correspondía a acciones compradas con préstamos de corredores y bancos de inversión.

Los brokers, como gremlins en un jacuzzi, se multiplicaron y 600 nuevas casas se crearon entre 1928 y 1929.

La Fed subió los tipos del 3,5% al 6%, en agosto de 1929, para enfriar algo la economía.

Las calles estaban repletas de asesores financieros a la caza de "prospects" (clientes potenciales) para que operaran a través de sus casas, ya que la Bolsa se había convertido en algo tan popular como lo fue en España en los noventa con las opas de las grandes empresas públicas (Telefónica, Endesa, Repsol, Argentaria-BEX).

Pero el mercado estaba manejado por los pools o fondos comunes de las grandes fortunas. El pool de Detroit agrupaba a los magnates de la industria automovilística, el pool de los irlandeses contaba con figuras ilustres como Joseph P. Kennedy, padre de sus hijos.

Se creó un innovador vehículo financiero, el fondo de inversión (en España se hizo popular hace bastante poco tiempo, también). Goldman Sachs fue pionero.

Groucho Marx pidió prestados 250.000$ para invertir en 1929, presumiendo de que no hacía ninguna falta un asesor financiero.

Paul M. Warburg, miembro de la prestigiosa familia de banqueros y uno de los fundadores de la Reserva Federal, dijo en marzo de 1929: "la historia, que tiene la dolorosa costumbre de repetirse, ha enseñado a la humanidad que el exceso de especulación termina invariablemente en exceso de contracción y penuria. Si la orgía especulativa sigue adelante, el colapso final no sólo afectará a los especuladores sino que provocará una depresión general que afectará a todo el país". Claro está, no se le hizo ni caso.

Pero como siempre en las burbujas, llega un momento en que el miedo a perder supera a la codicia y el día de autos fue el 3 de septiembre de 1929, cuando el Dow Jones llegó a máximos, casi 400 puntos. El mercado se había vuelto muy sensible a las malas noticias. El Banco de Inglaterra subió los tipos de interés lo que provocó que muchos inversores ingleses repatriaran fondos vendiendo acciones norteamericanas.

Empezaron a correr rumores de que muchos pools iban a deshacer sus posiciones. El Dow estaba en los 260 puntos en octubre.

El 29 de octubre, el famoso martes negro, las acciones de RCA pasaron de 40,25 a 26 dólares, Goldman de 60 a 35, JP Morgan de 26 a 19,30, los bancos como el First National de 5.200 a 1.600.

El pánico se agravó cuando el cable transatlántico se rompió con lo que el sistema telegráfico no podía gestionar el inmenso volumen de órdenes de ventas. Esa noche, en las recepciones de los hoteles se le preguntaba al cliente si iba a dormir o a saltar.

Pero lo mejor viene ahora, por el paralelismo con la situación actual. 

La FED bajó los tipos de interés y los bancos "sanos" o menos dañados acudieron en ayuda de los bancos que habían quedado pillados en la Bolsa. El Dow volvió a los 300 puntos y el presidente Hoover anunció que los efectos del crack habían terminado (vamos, clavadito).

Nada más lejos de la realidad. El mercado siguió cayendo incansablemente hasta octubre de 1932, con el Dow en su mínimo de 41,88 puntos. Espeluznante.

Las faldas de las mujeres se alargaron, siguiendo la teoría demostrada por el profesor Nystrom de la Columbia Business School, que decía que las faldas se acortaban con la bonanza y se alargaban con la depresión. Por mi experiencia, o esa teoría no es del todo cierta o es que se llevan las piernas largas porque yo veo algunas con faldas que bien podían ser cinturones y la única bonanza que tenemos hoy la dan por la TDT.

Los repletos manicomios de Nueva York contaban entre sus pacientes con numerosos altos ejecutivos de pools.

William Durant, el fundador de la General Motors, fue muy afortunado y pudo encontrar un empleo temporal de lavaplatos en un restaurante de Nueva Jersey.

La próxima, la burbuja japonesa, la que más me gusta por lo desmadrado y absurdo del proceso.


Fuente: "de los tulipanes a internet o cómo moverse en mercados inestables", editado por Self Trade-DAB.

viernes, 5 de febrero de 2010

Los ferrocarriles (3ª burbuja)

"El motor de la historia económica en la sociedad capitalista es la innovación" (Schumpeter)

Como en la anterior burbuja, nos ubicamos en Gran Bretaña. A finales del XVIII se contruyeron dos mil kilómetros de canales que, como casi todo en una sociedad anglosajona, estaba en manos privadas. Las compañías de canales florecieron y prosperaron pero, tras la saturación de los mismos, se hundió el mercado.

El ferrocarril apareció en la década de 1820 y se recibió con escepticismo y agitación. Se decía que las locomotoras impedirían pastar a las vacas y a las gallinas poner huevos, que su humo mataría las aves y que la lana de las ovejas se tornaría negra y que su velocidad, de 20 km/h, ¡destrozaría a los pasajeros!. Los propietarios de los canales temían por sus negocios y los terratenientes por el fin de la caza del zorro.

Cómo me recuerdan todos estos temores a los que se oyen hoy respecto de los móviles y de casi cualquier avance tecnológico. Es evidente que el inmovilismo aparece y curiosamente desde los sectores menos conservadores (a priori).

En 1840 pocas compañias de ferrocarriles cotizaban en la Bolsa de Londres y las que lo hacían, era por debajo del precio de emisión. Sólo 3.000 km. de vía se extendían por la campiña inglesa.

De repente, se empezaron a escuchar las palabras vapor y velocidad y la gente se dió cuenta de que el ferrocarril iba a cambiar sus vidas. Se decía entonces: "nada, salvo la religión, es tan importante como una comunicación rápida". La burbuja estaba a punto de gestarse.

A la voz de tonto el último, el capitalismo empezó a funcionar. Empezaron a surgir multitud de compañías que financiaban sus inmensas inversiones con acciones.

El proceso era sencillo: bastaba con que algunos dignatarios locales formasen un comité, registraran la compañía, captaran dinero del público y contrataran a un ingeniero para que examinase la ruta con la aprobación del Parlamento.

A finales de 1844 la situación económica era especialmente benigna, con los tipos de interés en mínimos de los últimos 100 años, excelentes cosechas y materiales de construcción baratos.

De enero a abril de 1845 se pasó de 16 a 50 proyectos. El problema era que los directores de las compañías se quedaban con la mayor parte de las acciones emitidas para venderlas después con enormes ganancias, lo que favorecía los sobornos y las manipulaciones.

La prensa tuvo su parte de culpa. Se fundaron publicaciones con el único fin de obtener beneficios por publicidad ya que la cantidad de anuncios de estas compañías era ingente. A modo de ejemplo, en el Railway Times se publicaban más de 80 páginas con anuncios sobre nuevas emisiones de acciones.

En junio de 1845 existían planes para más de 12.000 km. de vías férreas, casi veinte veces la longitud de Inglaterra.

La inversión en ferrocarriles rondaba los 600 millones de libras, cuando los ingresos totales del país se situaban en 550 millones.

Para variar, algunos se dieron cuenta de lo irracional de la situación. En el Economist (hoy sigue siendo bueno con las predicciones) se podía leer: "Pensar o soñar que la manía actual subsistirá sin que acabe en la crisis más grave experimentada en este país, sería cerrar los ojos a la experiencia pasada".

En septiembre, 450 nuevos proyectos se registraban. abarcando todo el mundo, desde la Guayana británica hasta Bengala.

Pero en octubre empezaron a caer las acciones. Como es habitual en estos casos, muchos inversores que no se querían perder el chollo invirtieron a crédito y tuvieron que vender como fuera (igual que en la anterior burbuja). Paradójicamente, las noticias circulaban rápidamente en ferrocarril, paralizando las bolsas provinciales.

El inmenso esfuerzo inversor requerido por este sector produjo un estremecedor trade-off, secando la financiación del resto de la economía (igual que ahora con el sector público respecto al privado con las elefantiásicas emisiones de deuda de los gobiernos).

Por esta falta de liquidez, los tipos subieron hasta el 10% (estaban en el 2,5% antes de la "trenmanía").

Ante la escasez de lingotes de oro, el Banco de Inglaterra anunció que no daría anticipos sobre títulos públicos. El Royal Bank de Liverpool fue el primero en caer y tras él, muchos más. Los inversores se refugiaban en el oro, cada vez más escaso.

El gobierno actuó con firmeza y fiscalizó numerosas operaciones financieras, sacando a la luz las innumerables estafas y manipulaciones sufridas por las compañías ferroviarias. El trullo estaba petado de directores, que se diría ahora.

En enero de 1850 las acciones habían caído una media del 85%. El valor de mercado de las acciones era la mitad del capital que representaban. En cuanto el automóvil asomó la cabeza, quebraron la mayoría de compañías.

Como con los tulipanes, hay una consecuencia positiva de todo ésto: una red operativa de más de 8.000 km., más de siete veces superior a la de Francia o Alemania. Esto reportó grandes beneficios a la economía inglesa, se creó mucho empleo en las capas más humildes de la sociedad y se implantó la infraestructura precisa para una economía industrial moderna. Eso sí, dejando cadáveres de clase media por el camino. Esa es la grandeza y la miseria de la libertad. Cada palo aguanta su vela.

La próxima, la burbuja por excelencia, la crisis del 29.


Fuente: "de los tulipanes a internet o cómo moverse en mercados inestables", editado por Self Trade-DAB.

jueves, 4 de febrero de 2010

Ya nos conocen

Un 6% de caída. Está claro que nos van descubriendo. Supongo que, como el cangrejo de la Sirenita, con la mandíbula en el suelo. Estoy imaginando las mesas de renta variable y fija con una frase común en todas ellas: "vende España".

No es un problema de valoración de empresas. El IBEX está compuesto por 35 valores pero más del 60% del índice los forman cinco valores: Telefónica, Santander, BBVA, Repsol e Iberdrola. Las cuatro primeras tienen una gran parte de su cuenta de resultados en el extranjero por lo que no se explica muy bien que Santander haya caído un 9,4% tras la publicación de unos buenos resultados esta mañana, que el BBVA haya retrocedido un 7,54% (cierto que el sector financiero ha sido castigado en Europa pero valores como ING, SocGen, Intesa SP y otros grandes han caído por encima del 5%, en todo caso menos que en España, cuyos bancos han sacado pecho con frecuencia presumiendo de solvencia).

Por otro lado, la deuda pública española vuelve a estar a un punto porcentual de la alemana.

El cuadro médico es claro: nos van conociendo, perdemos credibilidad como país cada día que pasa y todo lo que huela a España se mira con recelo. La solvencia de nuestra banca estaba bajo sospecha, ahora casi certeza de que la diferencia con la banca europea y americana es que aquí no han aflorado las minusvalías del balance, se ha maquillado la morosidad a base de renegociaciones de deuda y compra de activos a la inmobiliarias y otras trampas en el solitario (bien es cierto que por ahí fuera no han sacado toda la basura pero se sabe más o menos lo que hay).

Pero lo que marca la diferencia, en mi opinión, es que lo que ha trascendido ha sido la indigencia intelectual, además de moral, de nuestro "gobierno". Nuestro país, antes llamado España que diría mi admirado Vizcaíno Casas, ha sido situado con Grecia y Letonia en el saco de los problemas pero con la diferencia de que España pesa mucho más que los anteriores y por ello el euro se la está pegando frente al dólar. Menos mal que las compras para la MK1 ya están hechas, je, je (ésto último en clave interna, sorry).

No sólo nos sitúan en el pelotón de los torpes sino que lo escenifican. En Davos, ese Waterloo de nuestro Gran Timonel (por lo de timo, más que nada) le sentaron junto a esos dos países y ni se enteró. Como la foto aquélla con el mapa de Marruecos con las Canarias en sus límites. No sé por qué, pero siempre que escribo de él me sale la palabra "límite". Curiosa asociación.


Por cierto, manda webs que para cualquier trabajo mileurista pidan inglés y que para presidente del Gobierno sólo haga falta ser mayor de edad y DNI español. Seguro que ésto es parte del marrón que tenemos encima.



El bochornoso espectáculo de la retirada del informe sobre nuestro plan de saneamiento, exigido por Bruselas bajo amenazas de intervención (exigido el Plan, no la retirada) ha sido la gota que ha colmado el vaso.

Genial el chiste de Ricardo en El Mundo, hoy:














Conviene no olvidar que además nos tienen ganas. Presumir frente a tus socios de que la tienes más larga que ellos, no sirve más que para que te la devuelvan a la primera oportunidad. Como así ha sido.

En fin, no me enrrollo más. Creo que la mejor solución a corto plazo no es sólo que nos intervengan, lo ideal sería convertirnos en un Lander a ver si así espabilábamos. Perfecto para la jubilación de los alemanes.

No me quito de la cabeza ese despectivo "vende España".

Lo peor es que nos lo merecemos.

Por ahí fuera, el Banco Central de Inglaterra ha decidido hoy terminar su programa de compra de bonos y mantener el tipo de interés sin cambios. ¿Razones?: su economía ha empezado a crecer.

Noticia en Wall Street Journal

Y el PP a menos de cuatro puntos de diferencia en intención de voto del PSOE. Bien es cierto que la encuesta se hizo antes de las últimas hazañas del Ejecutivo (y nunca mejor dicho, al menos de la Economía) y de los datos de desempleo.

Dato revelador, en todo caso pero, por ser positivo, ahora tengo la sensación de que, igual que nos van conociendo por ahí fuera, también aquí se están cayendo del caballo unos cuantos.

A ver si es verdad.

martes, 2 de febrero de 2010

La Compañía de los Mares del Sur (2ª burbuja)

Segunda entrega de la serie de burbujas que en el mundo han sido.

INTRODUCCIÓN

En Inglaterra se crearon cientos de compañías entre 1690 y 1700 dedicadas al rescate de tesoros hundidos. ¿La razón?, las nuevas tecnologías. Sí, parece que la hi-tec es algo de los últimos treinta años pero no, ese concepto existe desde que el hombre es hombre. El caso es que con el reclamo de complejas máquinas de inmersión consiguieron captar gran cantidad de capital. El resultado fue tan catastrófico que de las 140 compañías que operaban en 1693 sólo sobrevivían 40 en 1697.

POCO TIEMPO DESPUÉS...

...se crea la South Sea Company (la Compañía de los Mares del Sur) para hacerse cargo de diez millones de libras de deuda del gobierno inglés. La contraprartida por hacerse cargo de dicha deuda era un interés anual y el monopolio del comercio de las colonias de Sudamérica.

No era complicado: convertir deuda pública en acciones de la Compañía de los Mares del Sur. Sólo había un problema. ¿Quién sería el pichón capaz de canjear deuda por capital de una compañía que no daba beneficios, al menos de momento?.

En cambio, la estrategia, aunque clara, era compleja. Emitieron 315.000 acciones de 100 libras nominales cada una. El modelo de negocio, por tanto, se basaba en el precio de conversión por acción, que cuanto más alto fuera, mayor beneficio para la Compañía y menos acciones serían necesarias vender con lo que el valor de mercado de las canjeadas sería mayor. De esta forma, todos los actores tenían interés en que el precio subiera (rentistas, gobierno, accionistas existentes y potenciales).

El plan fue anunciado en el Parlamento en enero de 1720, las acciones de la Compañía empezaron a subir. Pasaron de 128 a 187 libras en un mes y en marzo ya estaban a 300. Muchos miembros del Gobierno estaban involucrados  en la operación.

Como nunca es suficiente, se emitieron más acciones, esta vez a 300 libras, es decir, con una prima de emisión de 200 libras. Pero como era una pasta, se decidieron por una emisión a pagar en cómodos plazos, con un desembolso inicial mínimo del 20%. Le emisión se agotó en una hora.

En julio, el 85% de los tranquilos bonistas del estado pasaron a convertirse en accionistas de una Compañía de la que casi nadie sabía su razón social pero que tenía un nombre muy romántico y que todos identificaban con dinero. Por supuesto, la Jet estaba hasta las cejas de Mares del Sur.

Como suele pasar, nacieron un montón de empresas que prometían pingües beneficios invirtiendo en ultramar. Algunas hasta anunciaban comercio con Australia, descubierta tan sólo cincuenta años antes por Cook.

La burbuja estaba servida y con todos los ingredientes en la olla para estallar. Como ejemplo, decir que salían empresas que comerciaban con cabello humano y máquinas que creaban el movimiento perpetuo. Las más famosa fue una cuyo eslogan decía: "Una empresa de gran provecho, pero que nadie sabrá qué es". Y consiguió dinero. La estupidez humana viene de antiguo. Lo peor es que no aprendemos.

La tecera suscripción pública fue en agosto y por 750 libras. hasta el rey Jorge I acudió a ella. Se emitieron acciones por 250 millones de libras (sólo recordar que la deuda del gobierno a cubrir, inicialmente, era de 10 millones de libras).

Pero, qué hacía la Compañía con el dinero recaudado?, pues prestarlo para la compra de más acciones. ¡¡Los títulos llegaron a 1.050 libras!!

En la cuarta ampliación estalló la burbuja. Los propietarios de la Compañía empezaron a vender para comprar tierras e inmuebles, al igual que muchos banqueros y expertos financieros. Típico del pre-estallido, que los que saben se alejan de la burbuja. Será por lo de la onda expansiva.

La mecha la encendió la quiebra de numerosas pequeñas compañías después del verano que obligó a la gente a vender Mares del Sur para cubrir las pérdidas. El dominó comenzó a funcionar. Vamos, como las hipotecas subprime recientemente.

Muchos inversores había comprado a crédito por lo que tenían que vender a cualquier precio para no arruinarse. Los bancos habían prestado fortunas (je je, como aquí con las inmobiliarias, si es que no aprenden, y eso que se supone que saben) para la compra de acciones y ahora veían como no podían devolverles el principal (de los intereses ni hablamos).

Apareció ese amigo de las burbujas que se llama pánico y las acciones pasaron, en un mes, de 1.000 a 200 libras.

Lo único bueno de los ingleses, es que con ese humor tan suyo (el que les hizo crear máquinas como la Commando o la Bonneville) decían que el que no estaba quebrado no estaba "in" y no era convencional.

Seguro que muchos compradores eran conscientes de lo absurdo del precio pero también estarían seguros que podrían vender las acciones por un poco más. Somos así, qué se le va a hacer.

Uno de los pillados con enormes pérdidas fue Isaac Newton, que no era precisamente tonto y que, cuando fue preguntado, respondió: "puedo calcular el movimiento de los cuerpos celestes pero no la locura de la gente".


Fuente: "de los tulipanes a internet o cómo moverse en mercados inestables", editado por Self Trade-DAB.