martes, 26 de octubre de 2010

Hiperinflación o cómo sólo vemos lo que queremos ver

Hace tiempo que mantengo que, a pesar del miedo a la deflación que muestra la Reserva Federal y por extensión el resto de bancos centrales, el verdadero final de esta huida hacia adelante en que nos han metido los políticos con su intervenvcionismo es la hiperinflación.

Explico algo en la entrada del pasado siete de septiembre, El valor del dinero.

Me comentaba unos de los escasos lectores del blog, y por ello especialmente estimado, que no veía como escenario probable el que pintaba en dicha entrada. Cada día que pasa tengo más claro que vamos hacia la hiperinflación y hacia una empobrecimiento general (mal de muchos…).

Como intento ser lo menos cerril y soberbio que un mortal pueda, intento refutar con frecuencia mis pensamientos con los hechos, no sea que esté cegado por el sectarismo que tanto me repugna.

Pues bien, los hechos se muestran tozudos y ayer, EE.UU. colocó la primera emisión con intereses negativos de su historia.

Uno se preguntará cómo es posible, no ya emitir, sino colocar deuda con un interés real por debajo de cero. Pues se puede y se ha hecho.

El tipo de interés real es el nominal menos la inflación. Como la inflación es un fenómeno instalado en nuestra vida de forma inevitable (otra de las pírricas victorias de los políticos y sus bancos centrales, qué pena de patrón oro), hay un tipo de deuda que protege contra la inflación y que contempla los tipos reales, no los nominales.

Veamos qué dijo recientemente Bernanke, el de la Fed, para justificar su intervención (una más) con medidas de “cuantitative easing” o de relajación cuantitativa, que ya expliqué en la entrada que menciono más arriba:

"Los tipos de interés reales son demasiado altos, dado el estado de la economía y el riesgo de deflación es mayor que el deseable"

Parece que el mercado no piensa lo mismo porque está dispuesto a pagar por bonos que les van a devolver dinero con menor poder adquisitivo que el que presta. Y ello no es más que la prueba evidente de que hay mucho miedo a que la inflación se dispare y que sus activos valgan mucho menos (de ahí el empobrecimiento que comentaba antes). Al menos, parte del dinero “invertido” queda a salvo de la depreciación. Entrecomillo  lo de invertir porque en este caso se juega a perder lo menos posible, no a ganar.

Hoy no voy a recomendar nada que las buenas intenciones las carga el diablo.

2 comentarios:

  1. Gracias otra vez José (por cierto es ¿Jose, José o José Mª?), tus explicaciones son suficientemente claras como para que un lego en la materia como yo, comprenda el sentido de la realidad que ahora vivimos y se me pongan los pelos como escarpias. Una noticia como esta debería trascender de los ambientes especializados porque lo que explicas es muy grave.

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  2. Académicamente debería pronunciarse y escribirse José pero al ser compuesto con el María hace que se pronuncie como palabra llana y de ahí que escriba Jose (otras escriben Leticia con Z por lo que lo mío no es sacrílego en exceso). Luego están Julián y los que me conocen sólo por el trabajo, que me llaman Jose María. No sé porqué. En todo caso, como tú quieras.

    La realidad es que el mundo está en quiebra, tan sencillo como eso. No hay activos para devolver la casi infinita cantidad de deuda que se ha creado (pública y privada, especialmente la primera).

    Dicen que para hacer tortilla hay que romper huevos y se ha elegido hacerla sin romper nada por lo que el resultado será distinto al perseguido y con consecuencias peores que lo que se quería evitar.

    La situación es muy grave, ya lo creo y sí que ha trascendido pero, como indico en el título, sólo vemos lo que queremos ver.

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Creo que sólo caben 330 caracteres. ¿Podría ser otra cifra?. No sé cómo ampliar la capacidad. Si algún día lo descubro, lo haré, lo prometo.