martes, 9 de febrero de 2010

El crack de 1929 (4ª burbuja)

Toca hacer un viaje transatlántico y ubicarnos en EE.UU.

Nueva York, la ciudad que descubrió Giovanni da Verrazzano (Pepe, desde el puente homónimo sale la maratón todos los años) en 1524.

En 1614 se instalaron los europeos y en 1626, la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, compró la isla de Manhatan (dicen que por 24 dólares aunque hay serias dudas al respecto) y la llamó Nueva Amsterdam. El director de la compañía, Stuyvesant, hizo construir un muro al sur de la isla para protegerse de los indios y de los osos al tiempo que impedía escaparse a los toros y otros animales. Realmente profético, puesto que ese muro es hoy Wall Street y lo que se intenta es que los osos no entren en el mercado (bearish= bajista) y los toros no salgan (bullish= alcista).

Para redondear la introducción, sólo decir que en 1664, los ingleses conquistaron la ciudad y la rebautizaron con el nombre de Nueva York en honor al Duque de York, que no al jamón, como se me dijo cuando era pequeño.

Bueno, al grano.

Estados Unidos era, dada su juventud, una tierra donde la cuna importaba poco o nada y cada cual dependía de sí mismo, donde las oportunidades eran iguales para todos y como es natural, al no haber trabas artificiales la economía prosperó como la de ningún otro país. Escribo en pasado porque mucho me temo que ya no es así, aunque no hayan llegado al anquilosamiento europeo. Pero, "yes, they can". Una pena.

A finales de los alegres años veinte la gente creía firmemente que se había iniciado una era de prosperidad ilimitada. La historia se repite, una vez más.

La Reserva Federal se creó en 1913 con el objetivo de acabar con los temidos ciclos económicos mediante la inyección de liquidez a los bancos (suena familiar). Pero sin darle a la máquina de los billetes, claro.

Eran tiempos de libre comercio, baja inflación y una gestión más profesional de las empresas. Una jovencísima Harvard paría licenciados que conseguían enormes mejoras de productividad consiguiendo los niveles más bajos de inventarios jamás conocidos y así se evitaban los ciclos por la acumulación excesiva de stocks.

Estros incrementos de productividad fueron de más del 50% entre 1919 y 1927 y se atribuían, también, al I+D (y aquí nos hemos dado cuenta ahora, así nos va). Por ejemplo, la ATT empleaba a más de 4.000 científicos y había más de 10.000 solicitudes de patentes presentadas a finales de 1928.

El presidente Hoover anunció en 1928, en su discurso de candidatos, que el fin de la pobreza estaba cerca.

El consumo se financiaba con crédito. El 18% de la capitalición bursátil correspondía a acciones compradas con préstamos de corredores y bancos de inversión.

Los brokers, como gremlins en un jacuzzi, se multiplicaron y 600 nuevas casas se crearon entre 1928 y 1929.

La Fed subió los tipos del 3,5% al 6%, en agosto de 1929, para enfriar algo la economía.

Las calles estaban repletas de asesores financieros a la caza de "prospects" (clientes potenciales) para que operaran a través de sus casas, ya que la Bolsa se había convertido en algo tan popular como lo fue en España en los noventa con las opas de las grandes empresas públicas (Telefónica, Endesa, Repsol, Argentaria-BEX).

Pero el mercado estaba manejado por los pools o fondos comunes de las grandes fortunas. El pool de Detroit agrupaba a los magnates de la industria automovilística, el pool de los irlandeses contaba con figuras ilustres como Joseph P. Kennedy, padre de sus hijos.

Se creó un innovador vehículo financiero, el fondo de inversión (en España se hizo popular hace bastante poco tiempo, también). Goldman Sachs fue pionero.

Groucho Marx pidió prestados 250.000$ para invertir en 1929, presumiendo de que no hacía ninguna falta un asesor financiero.

Paul M. Warburg, miembro de la prestigiosa familia de banqueros y uno de los fundadores de la Reserva Federal, dijo en marzo de 1929: "la historia, que tiene la dolorosa costumbre de repetirse, ha enseñado a la humanidad que el exceso de especulación termina invariablemente en exceso de contracción y penuria. Si la orgía especulativa sigue adelante, el colapso final no sólo afectará a los especuladores sino que provocará una depresión general que afectará a todo el país". Claro está, no se le hizo ni caso.

Pero como siempre en las burbujas, llega un momento en que el miedo a perder supera a la codicia y el día de autos fue el 3 de septiembre de 1929, cuando el Dow Jones llegó a máximos, casi 400 puntos. El mercado se había vuelto muy sensible a las malas noticias. El Banco de Inglaterra subió los tipos de interés lo que provocó que muchos inversores ingleses repatriaran fondos vendiendo acciones norteamericanas.

Empezaron a correr rumores de que muchos pools iban a deshacer sus posiciones. El Dow estaba en los 260 puntos en octubre.

El 29 de octubre, el famoso martes negro, las acciones de RCA pasaron de 40,25 a 26 dólares, Goldman de 60 a 35, JP Morgan de 26 a 19,30, los bancos como el First National de 5.200 a 1.600.

El pánico se agravó cuando el cable transatlántico se rompió con lo que el sistema telegráfico no podía gestionar el inmenso volumen de órdenes de ventas. Esa noche, en las recepciones de los hoteles se le preguntaba al cliente si iba a dormir o a saltar.

Pero lo mejor viene ahora, por el paralelismo con la situación actual. 

La FED bajó los tipos de interés y los bancos "sanos" o menos dañados acudieron en ayuda de los bancos que habían quedado pillados en la Bolsa. El Dow volvió a los 300 puntos y el presidente Hoover anunció que los efectos del crack habían terminado (vamos, clavadito).

Nada más lejos de la realidad. El mercado siguió cayendo incansablemente hasta octubre de 1932, con el Dow en su mínimo de 41,88 puntos. Espeluznante.

Las faldas de las mujeres se alargaron, siguiendo la teoría demostrada por el profesor Nystrom de la Columbia Business School, que decía que las faldas se acortaban con la bonanza y se alargaban con la depresión. Por mi experiencia, o esa teoría no es del todo cierta o es que se llevan las piernas largas porque yo veo algunas con faldas que bien podían ser cinturones y la única bonanza que tenemos hoy la dan por la TDT.

Los repletos manicomios de Nueva York contaban entre sus pacientes con numerosos altos ejecutivos de pools.

William Durant, el fundador de la General Motors, fue muy afortunado y pudo encontrar un empleo temporal de lavaplatos en un restaurante de Nueva Jersey.

La próxima, la burbuja japonesa, la que más me gusta por lo desmadrado y absurdo del proceso.


Fuente: "de los tulipanes a internet o cómo moverse en mercados inestables", editado por Self Trade-DAB.

3 comentarios:

  1. Muy interesante, desconocía por completo que el "just in time" se remontara a los años 20, la primera vez que oí hablar de esto aquí fué a mediados de los 70. No acabo de asimilar que ese momento histórico coincidiera con Stan Laurel y Oliver Hardy "El gordo y el flaco" y el nuestro fuese el de Pajares y Esteso. Mejor no hablar del ratio de patentes nacional. Tampoco nos ha impedido repetir los errores de describes.

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  2. Efectivamente, el concepto just in time vino después, lo que comentaba es que gracias a técnicas modernas de gestión empresarial se consiguieron los niveles de inventarios más bajos de la historia. Hay que tener en cuenta que hasta entonces el volumen de stock era casi aleatorio. Es necesario relativizar y situarse en la coyuntura del momento.

    Las escuelas de negocios han hecho mucho bien, especialmente en los inicios por la cantidad de camino a recorrer.

    Me ha hecho gracia el paralelismo que haces con el Gordo y el Flaco y Pajares y Esteso pero es absolutamente correcta. No somos conscientes del retraso secular que hemos arrastrado.

    Aquí en España, salvo las "Matildes", la inversión en bolsa era algo reservado a un porcentaje muy reducido de la población hasta hace 15 ó 20 años. La CNMV, que vela por el correcto funcionamiento de la bolsa en España se creó en ¡1988! (su equivalente norteamericano, la SEC, en 1934), los fondos de pensiones privados en ¡1987!.

    Quizá sea por eso por lo que me gustan tanto nuestras motos, marcas aparte, por lo innovadoras que fueron. Y eso que ahora son hierros comparadas con las modernas (como el just in time que decías).

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  3. Parte de la batalla la cuenta Groucho Marx en "Memorias de un amante sarnoso". Y aunque te rías al leer al maestro, es como para que se te pongan los pelos de punta.

    Si es verdad la mitad de lo que cuenta, aquello fue el disparate absoluto.

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Creo que sólo caben 330 caracteres. ¿Podría ser otra cifra?. No sé cómo ampliar la capacidad. Si algún día lo descubro, lo haré, lo prometo.