martes, 2 de febrero de 2010

La Compañía de los Mares del Sur (2ª burbuja)

Segunda entrega de la serie de burbujas que en el mundo han sido.

INTRODUCCIÓN

En Inglaterra se crearon cientos de compañías entre 1690 y 1700 dedicadas al rescate de tesoros hundidos. ¿La razón?, las nuevas tecnologías. Sí, parece que la hi-tec es algo de los últimos treinta años pero no, ese concepto existe desde que el hombre es hombre. El caso es que con el reclamo de complejas máquinas de inmersión consiguieron captar gran cantidad de capital. El resultado fue tan catastrófico que de las 140 compañías que operaban en 1693 sólo sobrevivían 40 en 1697.

POCO TIEMPO DESPUÉS...

...se crea la South Sea Company (la Compañía de los Mares del Sur) para hacerse cargo de diez millones de libras de deuda del gobierno inglés. La contraprartida por hacerse cargo de dicha deuda era un interés anual y el monopolio del comercio de las colonias de Sudamérica.

No era complicado: convertir deuda pública en acciones de la Compañía de los Mares del Sur. Sólo había un problema. ¿Quién sería el pichón capaz de canjear deuda por capital de una compañía que no daba beneficios, al menos de momento?.

En cambio, la estrategia, aunque clara, era compleja. Emitieron 315.000 acciones de 100 libras nominales cada una. El modelo de negocio, por tanto, se basaba en el precio de conversión por acción, que cuanto más alto fuera, mayor beneficio para la Compañía y menos acciones serían necesarias vender con lo que el valor de mercado de las canjeadas sería mayor. De esta forma, todos los actores tenían interés en que el precio subiera (rentistas, gobierno, accionistas existentes y potenciales).

El plan fue anunciado en el Parlamento en enero de 1720, las acciones de la Compañía empezaron a subir. Pasaron de 128 a 187 libras en un mes y en marzo ya estaban a 300. Muchos miembros del Gobierno estaban involucrados  en la operación.

Como nunca es suficiente, se emitieron más acciones, esta vez a 300 libras, es decir, con una prima de emisión de 200 libras. Pero como era una pasta, se decidieron por una emisión a pagar en cómodos plazos, con un desembolso inicial mínimo del 20%. Le emisión se agotó en una hora.

En julio, el 85% de los tranquilos bonistas del estado pasaron a convertirse en accionistas de una Compañía de la que casi nadie sabía su razón social pero que tenía un nombre muy romántico y que todos identificaban con dinero. Por supuesto, la Jet estaba hasta las cejas de Mares del Sur.

Como suele pasar, nacieron un montón de empresas que prometían pingües beneficios invirtiendo en ultramar. Algunas hasta anunciaban comercio con Australia, descubierta tan sólo cincuenta años antes por Cook.

La burbuja estaba servida y con todos los ingredientes en la olla para estallar. Como ejemplo, decir que salían empresas que comerciaban con cabello humano y máquinas que creaban el movimiento perpetuo. Las más famosa fue una cuyo eslogan decía: "Una empresa de gran provecho, pero que nadie sabrá qué es". Y consiguió dinero. La estupidez humana viene de antiguo. Lo peor es que no aprendemos.

La tecera suscripción pública fue en agosto y por 750 libras. hasta el rey Jorge I acudió a ella. Se emitieron acciones por 250 millones de libras (sólo recordar que la deuda del gobierno a cubrir, inicialmente, era de 10 millones de libras).

Pero, qué hacía la Compañía con el dinero recaudado?, pues prestarlo para la compra de más acciones. ¡¡Los títulos llegaron a 1.050 libras!!

En la cuarta ampliación estalló la burbuja. Los propietarios de la Compañía empezaron a vender para comprar tierras e inmuebles, al igual que muchos banqueros y expertos financieros. Típico del pre-estallido, que los que saben se alejan de la burbuja. Será por lo de la onda expansiva.

La mecha la encendió la quiebra de numerosas pequeñas compañías después del verano que obligó a la gente a vender Mares del Sur para cubrir las pérdidas. El dominó comenzó a funcionar. Vamos, como las hipotecas subprime recientemente.

Muchos inversores había comprado a crédito por lo que tenían que vender a cualquier precio para no arruinarse. Los bancos habían prestado fortunas (je je, como aquí con las inmobiliarias, si es que no aprenden, y eso que se supone que saben) para la compra de acciones y ahora veían como no podían devolverles el principal (de los intereses ni hablamos).

Apareció ese amigo de las burbujas que se llama pánico y las acciones pasaron, en un mes, de 1.000 a 200 libras.

Lo único bueno de los ingleses, es que con ese humor tan suyo (el que les hizo crear máquinas como la Commando o la Bonneville) decían que el que no estaba quebrado no estaba "in" y no era convencional.

Seguro que muchos compradores eran conscientes de lo absurdo del precio pero también estarían seguros que podrían vender las acciones por un poco más. Somos así, qué se le va a hacer.

Uno de los pillados con enormes pérdidas fue Isaac Newton, que no era precisamente tonto y que, cuando fue preguntado, respondió: "puedo calcular el movimiento de los cuerpos celestes pero no la locura de la gente".


Fuente: "de los tulipanes a internet o cómo moverse en mercados inestables", editado por Self Trade-DAB.

2 comentarios:

  1. Estas "burbujas" no tienen desperdicio. 300 años después y las situaciones parecen calcadas. No importan las capacidades personales, propias o adquiridas, volvemos a caer una y otra vez. No sé, supongo que deben haberse publicado ensayos sociológicos que analicen y aporten luz sobre este tipo de situaciones; pero lo que parece claro es que las personas llevamos grabado en nuestro ADN unos patrones de comportamiento a prueba del hacker más habilidoso, porque son inviolables hasta para el tipo más inteligente.
    En fin espero impaciente nuevas "burbujas", te felicito.

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  2. Completamente de acuerdo Fernando. No sé qué cromosoma es el afectado pero, efectivamente, no lo podemos evitar. En el oeste americano se llamó "fiebre del oro".

    En todo caso, casi siempre se saca alguna consecuencia positiva. No para aprender, está claro, pero sí para conocer algo más nuestra idiocia.

    Próximamente, más.

    Gracias por la felicitación.

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Creo que sólo caben 330 caracteres. ¿Podría ser otra cifra?. No sé cómo ampliar la capacidad. Si algún día lo descubro, lo haré, lo prometo.