domingo, 14 de febrero de 2010

El Japón de los ochenta (5ª burbuja)

INTRODUCCIÓN

La sociedad japonesa tiene una estructura y unos valores distintos a los occidentales. Para ellos, el racionalismo es antagónico a su "wa" o armonía social.

La jerarquía es allí muy importante, directamente derivada de una sociedad feudal. Por ello, la vinculación de un trabajador con su empresa va más allá de la mera nómina.

Otra diferencia es que para ellos, los mercados financieros no tienen como fin último el enriquecimiento personal sino el desarrollo industrial y del país en general. Son lo opuesto al cortoplacismo. Imagino a las madres diciéndoles a los bebés japoneses "especulación caca", como los progres aquí. Bendita especulación, el mundo se detendría sin ella. De hecho, es una parte importante del por qué de lo ocurrido allí.

DESARROLLO

Principios de los ochenta. El milagro japonés.

Japón apareció como actor protagonista de golpe, sin ser esperado. Su dominio de las nuevas tecnologías y de la banca le colocarón con un peso del 10% en la riqueza mundial. Por el otro lado, EE.UU. acumulaba déficits comerciales enormes mientras que los japos disfrutaban de un maravilloso superávit.

Los norteamericanos veían un nuevo Pearl Harbour en forma de fajos de billetes de dólar en manos de japoneses (lo de ahora con los musulmanes comprando las empresas occidentales y no acabamos de darnos cuenta).

Se dice que cuando la Mitsui Corp. compró el Exxon Building por un precio récord de 610 millones de dólares, había pagado un sobreprecio por el hecho de figurar en el libro Guiness (no sé qué grado de verosimilitud concederle a ésto, pero me viene bien para el relato).

Un objetivo claro era, entre otros, conseguir símbolos del capitalismo americano como el Rockefeller Center, la Columbia Pictures, ...

Además de lo anterior, se convirtieron en compulsivos compradores de bonos del Tesoro americano (hoy es China quien posee la mayor parte de la deuda de EE.UU., algo estable, que se dice).

Tras el abandono del cambio fijo en Bretton Woods en 1971, Japón hizo lo que fuera menester para mantener al yen artificialmente infravalorado y así poder vender más. En 1984 se les permitió a los bancos extranjeros operar cn bonos japoneses y luego se abrieron a los futuros financieros.

Pero, como en todas las burbujas, las cosas se fueron complicando y el vaso se fue llenando. Surgieron unos fondos muy particulares, los fondos tokkin.

Los tokkin eran depositarios de acciones que pagaban un interés mínimo garantizado y no ganancias de capital. Una cosa rara que aquí no se ha visto nunca. Esto era cuasi-legal, o cuasi-ilegal sensu contrario pero el Ministerio de Finanzas hacía la vista gorda. Y gorda era la que se estaba liando, en 1985 había 300.000 millones de dólares en estos fondos.

Otro producto novedoso fue el bono warrant, que combinaba un bono con un derivado (habían nacido las minas antipersonas del mundo financiero) que permitía comprar acciones. Como en la burbuja de la Compañía de los Mares del sur, todos tenían interés en que el mercado subiera. El dinero captado con estas emisiones se colocaba en fondos tokkin al 8% garantizado y ya estaba hecho el año. Nadie perdía.

Por todo ésto, la bolsa subió con fuerza pero había un activo que se estaba inflando más aún, el suelo.

Japón es pequeño, montañoso y por ello, con poca capacidad de construcción además de superpoblado. Además, para evitar que los precios inmobiliarios subieran, cada transacción especulativa a corto plazo estaba gravada con un impuesto del 150% .

Como es habitual, toda intervención en un mercado genera segundas derivadas que suelen ser más perversas que el mal que pretendían combatir inicialmente, cosa que no les entra en la cabeza a los socialistas de todos los partidos, que diría Hayek.

Se creó un mercado tan ilíquido y escaso que los inmuebles multiplicaron sus precios por ¡¡5.000!! entre 1956 y 1986 mientras que el IPC sólo se dobló en ese período.

De nuevo, la burbuja se alimentaba de la creencia, absurda por lo recurrente, de que el valor nunca caería y los bancos, que algo de ésto deberían saber, concedían préstamos con estas propiedades como garantía.

Las hipotecas llegaban, por lo astronómico de los precios, hasta los 100 años, es decir, para varias generaciones.

En 1990 el valor del mercado inmobiliario japonés era cuatro veces el de EE.UU.

El Palacio Real en Tokio estaba ubicado en un terreno cuyo valor equivalía al de todas las propiedades de California o de todo un país como Canadá.

El principio del fin ocurrió cuando en 1985 se acordó, por parte de las principales potencias, una actuación conjunta para bajar el precio del dólar y subir, sobre todo, el del yen. El acuerdo se conoció como el del Plaza porque se realizó en el Hotel Plaza de Nueva York.

Todo cambió ya que los productos japoneses pasaron a costar casi el doble en el extranjero aunque se hubiera duplicado el poder adquisitivo de los nipones fuera de su país (recuerdo la imagen de autobuses de japos parando en la calle Serrano para vaciar las estanterías de Loewe, como comenté en una burbuja anterior).

Para alentar la economía, el gobierno bajó los tipos al 3% y el Nikkey subió hasta los 18.000 puntos. El octubre de 1986 se anunció la salida a Bolsa de la telefónica pública NTT y a los dos meses diez millones de japoneses habían acudido a la OPV aún sin conocer el precio de colocación. Pocas semanas después de la salida, la capitalización bursátil de NTT era mayor que el valor de las bolsas de Alemania y Hong Kong juntas.

Otro rasgo común a toda burbuja es la manipulación de los títulos y la corrupción política. La figura del "yakuza" se hizo popular e iban de la mano de los políticos. ¿Cómo intervenían en los precios?, pues cruzando operaciones entre los cuatro grandes bancos del país y así decidir qué acciones comprar y a qué cliente preferencial asignárselas.

Es célebre el terror a la Bolsa que tenía Al Capone porque consideraba que era una forma de crimen organizado.

Se veía normal por parte de los inversores, "sabiamente" aconsejados por sus asesores, invertir en empresas que cotizaban con un PER de más de 400, como la Japan Air Lines (por cierto, declarada en quiebra hace unos pocos días). Recordar que una de las definiciones de PER es el número de años en recuperar el precio pagado por la acción con los beneficios generados por la empresa.

La locura, el efecto riqueza que creaban las inversiones en Bolsa lanzó a la gente a consumir como locos. Un broker inglés dijo que los japoneses no serían conscientes de los sobrevalorado de su mercado mientras siguieran pagando 300 dólaros por un whisky con agua en los clubes nocturnos del exclusivo barrio de Ginza.

El golf se convirtió en un signo de estatus y era donde los shinjinrui, o nuevos ricos, exhibían su ego y lo encantados que estaban de haberse conocido. Por ejemplo, una inscripción en el elitista Koganey Country Club costaba 2,7 millones de dólares y había más de veinte clubes con un coste superior al millón de dólares.

DESENLACE

A finales de 1989 el Nikkey estaba en los 40.000 puntos, el PER medio por encima de 80 y la rentabilidad media por dividendo en el 0,38%. El gigante Nomura pronosticaba un nivel de 80.000 en 1995 (si ésto no es de cárcel, no sé qué lo puede ser y ha pasado en todas las burbujas). El viernes pasado, 12 de febrero de 2010, cerró en el nivel de 10.092,19 (como diría el chapulín colorado, "¿cómo te quedó el ojo?").

Para variar, se pretendió dehinchar la burbuja sin que explote a base de subir los tipos hasta el 6% y los bonos ofrecían una rentabilidad del 7% a corto plazo (recuerde el lector la rentabilidad por dividendo mencionada antes). La Bolsa se quedó sin soportes.

En agosto de 1992 el Nikkey estaba en los 14.200, los activos garantizados por las acciones perdieron cobertura, los bancos tenían que hacer frente a millones de impagos de préstamos garantizados con valores e inmuebles.

La vivienda en Tokyo cayó un 60% (poco me parece).

La banca se colapsó, quebraban unos cuantos todas las semanas. Se bajaron tipos hasta el 0,25% en 1998.´

A día de hoy, aún no se han recuperado. Y aquí dicen que será cosa de una año o dos a lo sumo. Ya.

En este caso, no se me ocurre ninguna consecuencia positiva salvo, por decir alguna, el valor del ejemplo aunque, pensándolo bien, no sé de qué sirve si repetimos los mismo errores una y otra vez. De hecho, la siguiente burbuja, la de las célebres ".com" se solapó con esta última.

Fuente: "de los tulipanes a internet o cómo moverse en mercados inestables", editado por Self Trade-DAB.

4 comentarios:

  1. Esperemos que no se repita la historia por estos lares. Aunque la pinta que empieza a tener es bastante negra.

    Esta mañana hablaban en la radio de la desgracia que tenemos con el calendario político, que nos condena a dos años de inacción como mínimo. Así que no hay que descartar que se nos pudra nuestra actual burbuja entre las manos.

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  2. Tal como avanzabas en una burbuja anterior, la japonesa parece la más compleja y atractiva. En mi ignorancia en economía, no acabo de entender como se dice coloquialmente que los economistas en lo que son buenos es, no en explicar lo que pasará, sino en por qué pasó, cuando hay una serie de circunstancias que parece que se repiten en todas las burbujas que nos has presentado. ¿Se avecina otra en Dubai?

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  3. Pues me cuesta creer que esto vaya a aguantar dos años sin elecciones. Me da que en cuanto acabe este semestre de presidencia europea se van a producir movimientos dentro del partido que gobierna. Y más les vale si quieren seguir en el machito.

    Fernando, si te fijas bien, la evolución de todas las burbujas, con sus matices, parece calcada. Entonces, ¿por qué siguen pasando?, pues creo que porque no somos capaces de reconocer las señales que van llegando hasta que explota la burbuja. Es que fastidia mucho que todos se forren menos yo. Está en nuestra naturaleza.

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  4. Este es un gag de un programa de humor de la televisión autonómica catalana TV3, que trata de la relación entre ZP y el Ibex. Vale la pena:

    http://www.tv3.cat/videos/2722430

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Creo que sólo caben 330 caracteres. ¿Podría ser otra cifra?. No sé cómo ampliar la capacidad. Si algún día lo descubro, lo haré, lo prometo.